sábado, 16 de octubre de 2010

V PARTE: ROTARY ES UNO SOLO EN SOLIDARIDAD Y FRATERNIDAD

LEER LOS SIGUIENTES ARTICULOS, ESCRITOS: EL PRIMERO POR EL PRESIDENTE DEL SENADO: JORGE PIZARRO;  EL SEGUNDO POR HERNAN RIVERA LETELIER, ESCRITOR (APORTE DE ENVIO DE NUESTRO ADMIRABLE ROTARIO BERNARDO ROJAS); DEBEN SER REFLEXIONADOS Y DIALOGADOS...SIN MÁS PALABRAS,  USTEDES SAQUEN SUS PROPIAS REFLEXIONES.

1.- UN RESCATE QUE MARCARA LA HISTORIA

Ironías del destino, la mina San José es un mineral de cobre y oro y lo que presenció el mundo ayer, fue la extracción de 33 mineros de un metal más valioso que todos los que conoce la humanidad. Sin duda que este rescate marcará la historia de nuestro país para siempre y dejará grabado en el suelo y en el corazón de todo Chile, la idea de que esta nación es capaz de todo. Pero hay importantes aprendizajes que asumir.
Lo primero es que en Chile las cosas deben hacerse bien. Es cierto; el derrumbe fue producto de una mala política productiva de una empresa que aparentemente privilegió la rentabilidad por sobre la seguridad de sus trabajadores. Pese a ello, el mundo entero pudo presenciar la calidad, profesionalismo y excelencia con que las cosas y las tareas se acometen en Chile. Ese es un capital que no podemos dejar pasar y más allá de la espectacularidad del rescate, lo que tenemos que entregar como señal, es que en este suelo es posible el desarrollo de alta tecnología, de ingeniería de precisión, de método y de investigación y también de gestión de punta.
La primera enseñanza es que Chile tiene todo un potencial en materia de tecnología, industria y desarrollo. Al rescate llegó maquinaria y sistemas de Austria y Estados Unidos, lo que nos indica que somos capaces de aliarnos con las mejores economías del mundo para agregar valor en materia de producción industrial. Como Estado, como sociedad, debemos iniciar una conversación acerca de cómo potenciar estas alianzas y qué cosas nos faltan para llegar a ello y dar un salto en desarrollo social y productivo.
Lo segundo: nuestros trabajadores han demostrado un profesionalismo, responsabilidad y una vocación por el cumplimiento del deber sin parangón. Junto a ellos, nuestros técnicos e ingenieros mostraron una inventiva, creatividad, certeza y eficiencia de categoría mundial. Este es también un capital invaluable como nación que debemos saber proyectar. Es necesario redefinir completamente nuestra mirada y la política pública en materia de capital humano; no hacerlo, no apostar de manera masiva, robusta y permanente por la capacitación y perfeccionamiento de nuestros trabajadores, técnicos y profesionales, es dejar pasar una oportunidad de tener una fuerza laboral de primera línea.

Mucho se ha hablado y anunciado sobre un nuevo trato en materia de seguridad laboral, pero lo cierto es que el problema debe abordarse desde una perspectiva mucho más profunda y no influenciada por esta lamentable coyuntura. "Que esto no suceda nunca más", le pidió al Presidente Piñera el jefe de turno Luis Urzúa y para que ello ocurra, es imperioso que debatamos como país acerca de cómo se hace empresa, de la responsabilidad del sector empresarial, de la legitimidad de la rentabilidad a toda costa, del cuidado del capital social, humano y medio ambiental, y de cómo aseguramos una sociedad justa, profundamente justa.

Es bueno y felicitamos el esfuerzo del Gobierno por propiciar cuanto antes un nuevo trato en materia laboral, pero el debate no sólo es acerca de normas de seguridad, sino de cómo las empresas, sobre todo los grandes conglomerados económicos y las industrias estratégicas de Chile, aportan de manera real, equitativa, justa y con perspectiva de desarrollo.

La hazaña de Atacama es histórica. Chile es un país único y la oportunidad de ser una mejor nación está al alcance de nuestras 17 millones de manos. Por los mineros que fueron rescatados, por los que quedaron sin su fuente de trabajo, por los más de 30 que ya han muerto en accidentes mineros y por todos los que han sufrido en faenas riesgosas, hagamos un esfuerzo para hacer de Chile un mejor país para todos.

Por Jorge Pizarro, Presidente del Senado

2.- Hernán Rivera Letelier, Escritor


Primero fueron las carpas solitarias de los familiares. Llegaron a la mina con banderas, con santitos, con velas de duelo, con fotografías de los padres, de los esposos, de los hermanos, de los hijos enterrados allá abajo. Mientras comenzaba el rescate, allí se quedaron, día y noche, rezando, llorando, blasfemando, exigiendo justicia, soportando el viento y el tierral inclemente, el calor durante el día y el frío atigrado de la noche. Y cuando todo hacía suponer que el drama terminaría como siempre, que allí, sobre la mina convertida en fosa común, iban a aflorar 33 cruces de animitas, iguales a las cientos que se alzan a lo largo del desierto chileno, sube desde las profundidades el mensaje que estremece a todos: los hombres están vivos.
Fue el comienzo de un espectáculo de espejismo. Como en un desfile de feria comenzó a llegar una muchedumbre que alborotó la tranquilidad del desierto: payasos de semáforos, predicadores evangélicos, actrices de telenovelas, millonarios excéntricos repartiendo millones como embelecos, modelos, humoristas, políticos, presentadores de televisión y miles de periodistas de los más lejanos países del mundo. Y de la noche a la mañana, en medio de un gran desorden y confusión de lenguas, apareció un pueblo de Babel que en su momento de apogeo tuvo una población de más de tres mil personas.
La historia del desierto de Atacama está coronada de tragedias (como una larga muralla coronada de vidrios rotos). Huelgas interminables, marchas de hambre, accidentes fatales, mineros ametrallados y cañoneados a mansalva en masacres inconcebibles. Todo esto a causa de una larga data de injusticias laborales, sociales y morales en contra del minero, injusticias que, pese a los años y a ríos de promesas políticas, se han conservado inalterables, como agrias momias atacameñas. Se dice desierto de Atacama y se entiende drama, explotación y muerte. Por eso ya era hora de que se viviera una epopeya con final feliz. Ya era hora de que la tierra, regada tanto tiempo por la sangre, el sudor y las lágrimas de los mineros, devolviera verdores desde su vientre, devolviera frutos de vida. Aquí sangre, sudor y lágrimas no es una frase vulgar. Yo, que viví cuarenta y cinco años en este desierto, que trabajé en las minas a rajo abierto -sólo dos veces y por muy corto tiempo lo hice en minas subterráneas-, lo puedo decir fehacientemente: el desierto de Atacama está regado de sangre, sudor y lágrimas .
El rescate de los 33 mineros de Copiapó, además de un triunfo de la tecnología, se alza desde este desierto como una lección de vida para la humanidad entera. Una prueba de que cuando los hombres se unen a favor de la vida, cuando ofrecen conocimiento y esfuerzo al servicio de la vida, la vida responde con más vida. Aquí no se trabajó buscando oro o petróleo o diamantes. Lo que se buscaba era vida. Y brotó vida, 33 chorros inmensos. Y a los estallidos de aplausos y abrazos y risas mojadas de lágrimas de la muchedumbre en la mina, y del júbilo de campanas y sirenas de las ciudades del país, se sumó la alegría emocionada del mundo entero. Éramos todos seres humanos conmovidos hasta los tuétanos. Porque a medida que cada uno de los mineros iba subiendo, saliendo, renaciendo desde las entrañas de la tierra, cada uno de nosotros lo sentía como emergiendo desde el fondo de su propio pecho. Fue la celebración total de la vida.
Ya lo he dicho: el desierto está poblado de cruces, testimonios mudos de muerte y desolación. Hagamos por lo tanto de este lugar un homenaje a la vida. No construyamos otro monolito, que son superfluos; no levantemos un monumento, que hay demasiados; no erijamos un santuario, que ya hay los suficientes. Echemos a volar la imaginación y creemos algo nuevo, algo que manifieste a toda la raza humana.
Yo propongo un Elogio de la vida .
Un mensaje para los 33: que les sea leve el alud de luces, cámaras y flashes que se les viene encima. Es cierto que sobrevivieron a esa larga temporada en el infierno, pero al fin y al cabo era un infierno conocido para ellos. Lo que se les viene ahora, compañeros, es un infierno completamente inexplorado por ustedes: el infierno del espectáculo, el alienante infierno de los sets de televisión. Una sola cosa les digo, paisitas, aférrense a su familia, no la suelten, no la pierdan de vista, no la malogren, aférrense como se aferraron a la cápsula que los sacó del hoyo. Es la única manera de sobrevivir a ese aluvión mediático que se les viene encima. Se los dice un minero que algo sabe de esta vaina.
Para terminar, una oración por ustedes, una oración del poeta iquiqueño Jaime Ceballos, síntesis exacta de lo que acabo de decir:

Oración 33

Señor, tú que sabes/ De milagros y esperanzas/ No los abandones.// En esta hora del secuestro/ Rescátalos de sus rescatadores/ No los abandones.// Baja tú antes que los medios/ Infórmales antes que sea tarde/ No los abandones.// Sácalos de los sets de televisión/ Apártalos de las luces que enceguecen/ No los abandones.// Tú sabes que entre cámaras y flashes/ Ya destruyeron la Tragedia./ Pero a ellos, no los abandones.

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